El arquitecto José Luis Ruiz advirtió que el edificio llegó a un punto “irrecuperable” y pidió un proceso transparente y ordenado tras el remate, con reglas urbanísticas claras para preservar el uso ciudadano del frente costero.
El arquitecto José Luis Ruiz, integrante del Colegio de Arquitectos de Necochea, analizó en una entrevista radial la crítica situación del complejo Casino y aseguró que su deterioro ya es “irrecuperable”. Recordó que hace cinco años, cuando el Municipio convocó a los colegios profesionales para tasar el edificio, pudieron recorrer sectores desconocidos para la mayoría de la comunidad, especialmente el extenso subsuelo que describió como una “ciudad subterránea”, hoy totalmente degradada.
Según relató, los profesionales encontraron salas, ductos, calderas e instalaciones de gran dimensión que alguna vez respondieron a un proyecto ambicioso, pero que el paso del tiempo, la falta de mantenimiento y la ubicación frente al mar dejaron en condiciones inviables para cualquier recuperación. “Ningún privado invertiría hoy para devolverle su destino original”, afirmó.
Respecto a los riesgos estructurales, Ruiz señaló que el edificio permanece cercado desde hace años por la presencia de vidrios rotos, sectores colapsados e instalaciones cuyo estado real se desconoce. También mencionó antecedentes de intervenciones incorrectas, como el intento de Lotería Provincial de instalar máquinas en un área que no soportaba ese peso, lo que derivó en su retiro inmediato.
Ante el inminente remate público, calificó la situación como una mezcla de “esperanza y resignación”, y recordó que el valor base surge de una tasación del Banco Provincia. Sin embargo, subrayó que el remate será solo el primer paso de un proceso más amplio, en el que el rol del Municipio deberá ser central: definir qué se puede construir, con qué indicadores urbanísticos y bajo qué morfología urbana.
Ruiz remarcó que el predio aún no cuenta con indicadores definidos, imprescindibles para regular alturas, densidades, retiros y usos. Explicó que el plan oficial contempla una planta baja comercial, sectores con edificios de 15 o 16 pisos y otras áreas de menor altura, pero insistió en que la supervisión municipal será clave para garantizar espacios semipúblicos y evitar que un desarrollo privado excluya a la comunidad del uso de la costa.
En su visión personal, el arquitecto dijo aspirar a un proyecto que devuelva al frente costero su dimensión ciudadana, con planta baja comercial, paseos y un entorno integrado tanto al tránsito peatonal como vehicular. Comparó este enfoque con modelos como Puerto Madero o la costa marplatense, donde las viviendas comienzan a partir de la segunda planta.
Consultado sobre la posibilidad de un nuevo fracaso, admitió que sería “un retroceso enorme” si el remate quedara desierto, aunque destacó que la dirigencia política coincide en que no quedan muchas alternativas. También señaló que el rol del Colegio de Martilleros será determinante para garantizar un proceso ordenado y transparente.
Sobre las tareas futuras, advirtió que el desafío será doble: demoler lo visible y desarmar lo subterráneo, una labor que describió como “más compleja que desarmar un barco encallado” por la magnitud de las estructuras ocultas. Aun así, expresó un deseo firme: “Ojalá tengamos buenas noticias. La ciudad necesita que este último esfuerzo salga bien”.






