El cristinismo sostiene que la continuidad del diputado al frente del partido formaba parte de las negociaciones por las listas bonaerenses, mientras el kicillofismo niega cualquier compromiso y prepara su propio desembarco.
La disputa por la conducción del Partido Justicialista (PJ) bonaerense volvió a encender la interna peronista entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner. Máximo Kirchner, actual presidente del partido, ya definió que peleará por su reelección y acusa al gobernador bonaerense de haber roto un acuerdo con su madre para garantizar su continuidad.
El mandato del dirigente camporista vence el 18 de diciembre, pero en ambas orillas hay consenso en que la elección partidaria se postergará para 2026. Sin embargo, los intendentes alineados con Kicillof insisten en renovar la conducción y “oxigenar” la estructura del PJ provincial.
Desde el entorno de Kirchner aseguran que su permanencia al frente del partido fue parte del “toma y daca” de las negociaciones previas al armado de listas para las elecciones del 7 de septiembre. Según esa versión, el propio Kicillof habría planteado el tema en conversaciones con Kirchner, con Sergio Massa y luego con Cristina Fernández de Kirchner en una charla telefónica de dos horas el 19 de julio. Esa promesa, dicen, destrabó parte del acuerdo que permitió al gobernador imponer a Gabriel Katopodis y Verónica Magario en lugares clave de la boleta.
En el kicillofismo desmienten enfáticamente esa versión. “No hubo ningún compromiso respecto del PJ, ese tema no se mencionó”, responden desde el entorno del mandatario, que mantiene silencio público mientras sus ministros e intendentes se preparan para disputar el control del partido.
“Necesitamos un PJ dinámico y comprometido con el gobierno de la provincia”, declaró esta semana el ministro Andrés “Cuervo” Larroque, en una señal clara de que el oficialismo bonaerense busca recuperar la herramienta electoral del peronismo.
En La Plata sostienen que Kicillof no pretende ocupar ese cargo, pero avala que el territorio y los intendentes definan la futura conducción. En el cristinismo, en cambio, ven en esa jugada una maniobra para debilitar el poder de La Cámpora y, por extensión, de la propia Cristina.







